Para iniciar esta comparación, es necesario nombrar ciertos aspectos antecedentes que nos sirven para colocar en una misma plataforma estas dos expresiones artísticas. La selección de las películas (Latinas) y las obras teatrales fue al azar.
Antecedentes
Empezaremos hablando sobre el teatro, que en sus orígenes era meramente un ritual, una comunión en la que no había diferencia entre el ejecutante y el espectador, ambos participaban de manera directa en el rito, se comunicaban abiertamente.
Pero algo sucede; un coro se apropia de la escena ritualística, se crea un grupo de ejecutantes que se empiezan a diferenciar del grupo de espectadores. En la comunicación aparecen nuevos patrones, esta diferencia también propone dos nuevos espacios, el del público y la escena.
Para el tiempo de los primeros creadores teatrales griegos se empiezan a diferenciar estos dos espacios, y el ejecutante hace conciencia de los elementos escénicos que hay en la comunicación actor-espectador. Esquilo le brinda al coro un oponente, el actor; Sófocles invita a otro actor a separarse del coro y para ese momento el protagonista y antagonista hacen parte de la situación escénica; Finalmente Euripides invita a un tercero y así poco a poco el coro desaparece en su estructura inicial.
Los griegos conscientemente buscaban recuperar las primarias posibilidades comunicacionáles entre el ejecutante y el observador, y al mismo tiempo mantener el espacio del ejecutante y la ficción: la escena .
Por su parte el cine presenta como orígenes el deseo de perdurar en el tiempo, partiendo de la momificación, pasando por la pintura; un dibujo plasmado en las paredes de una cueva, buscando perdurar en el tiempo. Una obra en un lienzo. Una caja negra que brinda la libertad de calcar en una especie de pantalla, los objetos que se reflejan, utilizando un grupo de lentes y espejos que dicha caja posee. Paralelamente, la proyección de pequeños dibujos de colores en una tela blanca mientras, el manipulador de los dibujos narraba una historia. Luego una fotografía. Y finalmente varias fotografías tomadas en secuencia que al verlas una detrás de la otra fingen el movimiento, así lo plantea Andre Bazin.
Con toda probabilidad, un psicoanalista de las artes plásticas tendría que considerar el embalsamamiento como un hecho fundamental en su génesis. Encontraría en el origen de la pintura y la escultura el “complejo” de la momia.
Los Hermanos Lumier buscaban estudiar el movimiento, y es allí en ese espacio de imágenes en movimiento, en donde aparece la escena de la manera en que queremos abordarla, como espacio donde acontece. Pero fue George Méliès quien inició la creación de un lenguaje, que buscaba esa comunicación entre la escena (que el cine ya proponía), y el espectador.
La secuencia de imágenes que imitan el movimiento nos acercan a la vitalidad escénica que tiene el teatro, hace que se tenga la sensación de que lo observado este sucediendo. Sobre esto comentan Jost, Francois y Gaudreault, Andre.
Si la fotografía parece presentarnos algo que ya ha ocurrido, un haber estado ahí (Barthers, 1964), el cine se aproxima más a la sensación de un “estar ahí en vivo” (…) Así pues, contrariamente al verbo. Que nos sitúa inmediatamente en el plano temporal, la imagen cinematografiaba solo conoce un único tiempo, y deberíamos admitir, tal como hizo principalmente Laffy (y tantos otros después de él), que “en el cine todo está siempre presente”
Más adelante retornaremos a este tema. Por ahora digamos que ambos, teatro y cine, mantienen sus rituales a la vez que conservan el espacio donde sucede, la escena. Pero a diferencia del cine, el teatro es efímero, una función es diferente a la otra, aunque sea de la misma obra. El cine cada vez que es proyectado, es el mismo filme, perdura en el tiempo.
Nosotros sólo tomaremos para nuestro análisis de estas dos formas artísticas, la relación comunicacional, entre la escena y el espectador.
La distancia;
La muerte en el cine y en el teatro.
Para el teatro desde sus comienzos, el tratamiento de lo trágico esta muy ligado a la distancia física que hay entre el espectador y el hecho. La comunicación que se establece entre la escena y el público mantiene unos “parámetros de respeto”, por denominarlo de alguna manera.
Esto coloca el énfasis del discurso dramático en el personaje que realiza el hecho, es decir en el asesino; Un ejemplo claro aparece en las tragedias griegas, especialmente en la Orestiada de Esquilo.
Recordemos que esta trilogía está dividida en Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. Tomemos para nuestro análisis la primera tragedia, Agamenón. En ella las muertes “trágicas” de los personajes, suceden fuera del escenario y el peso dramático queda en el personaje que comete los asesinatos y le describe al público como acontecieron.
Este ejemplo está en voz de Clitemnestra luego de matar a Agamenón:
(…)Aunque tarde, al fin, llegó. Heme aquí en pie; le herí; está hecho. No he obrado antes de que le fuese imposible defenderse contra la muerte y esquivarla. Le envolví enteramente en una red sin escape, de coger pescado, en velo riquísimo, pero mortal. ¡Por dos veces le he herido, y ha gritado por dos veces, y las fuerzas se le han quebrantado, y, caído ya, le he herido con un tercer golpe, y el Hades, guardador de muertos, se ha regocijado! Así es cómo, al caer, ha entregado el alma. Jadeante, me ha regado con el surtidor de su herida, negro y sangriento rocío, no menos dulce para mí que lluvia de Zeus para las mieses cuando la espiga rompe su envoltura. He aquí los hechos (…)
Este tratamiento de la muerte, aparece en el cine, tomemos como ejemplo, para el análisis, el film de Lucrecia Martel “La Cienaga”. En esta película un niño muere al caer de una escalera, sucede en un plano general, no hay sonido, se respeta una distancia entre el espectador que ve la escena y el hecho.
Pero para que en estas dos escenas, las muertes (la de Agamenón, en la Orestiada y el niño que cae de la escalera, en el film de Lucrecia Martel “La Cienaga”), sean creíbles, deben poseer en esa comunicación -del espacio en donde sucede, con el espacio en el que se encuentra el espectador-, elementos que apoyen la verosimilitud, un contexto.
Cada obra (la película y la obra de teatro) obedece a las realidades de su momento. En la obra de Esquilo se relata el regreso de Agamenón, rey de Argos, de la Guerra de Troya para encontrar la muerte.
En su hogar se encuentra su esposa, Clitemnestra, que ha planeado su muerte como venganza por el sacrificio de su hija, Ifigenia. Además, la ausencia de su esposo ha durado diez años, por lo tanto Clitemnestra buscó en Egisto, primo de Agamenón, una relación adúltera.
Es necesario agregar que Egisto es descendiente de una rama desheredada de la familia, y está decidido a recuperar el trono que cree que en justicia le pertenece.
Por otro lado, cuando vemos una obra, inevitablemente nos situamos en unas coordenadas espacio-temporales, y si ésta -la obra- pertenece a tiempos y culturas distantes de los nuestros, como en el caso de la obra de Esquilo, debemos realizar un esfuerzo por situarnos en dichos contextos, predisponernos a una aproximación.
Así todos los elementos causales de la muerte del rey, justifican una realidad. Nuestras ansias como espectadores por buscar un culpable son saciadas, al igual que las ansias por saber, por qué se le asesina a Agamenón. Quizás hasta llegamos a comprender los motivos de Clitemnestra.
El espectador en todo el transcurso de la obra sabe que el rey morirá, esperamos el momento en que suceda, creemos en las causas que dirigen los sucesos a la muerte y finalmente la muerte sucede fuera de escena, nos narran el hecho, nos colocan un velo y construimos, a través del relato hablado, en voz de Clitemnestra, como fue que se dio.
En el caso del filme de Lucrecia Martel, también presentimos la muerte. En la primera escena una mujer lleva unas copas y vasos de vidrio en las manos, esa cristalería tintinea mientras que la mujer avanza tambaleándose al borde de una piscina con agua estancada, algo va suceder.
Los invitados miran lo que ocurre, pero parece que no sintieran el peligro, no lo detectan. Y finalmente, la mujer cae al suelo, cubriendo con su cuerpo los vidrios rotos, nadie reacciona, solo un hombre se acerca a la mujer en el suelo y le dice: -“Nachita levántate que va a llover”. Los jóvenes, que están en las habitaciones de la casa salen a socorrer a la mujer, los jóvenes no los adultos.
Paralelamente, otros chicos están en el cerro, juegan con una escopeta, encuentran una vaca atascada en el lodo, le apuntan, juegan a dispararle, están al filo de un accidente.
Ya se crea una atmósfera al inicio del filme que nos incomoda, sentimos la muerte, alguien va a morir. Así como en la obra de Esquilo, los motivos de Clitemnestra nos previenen de la muerte de Agamenón.
En La Cienaga las características del entorno en el que se mueven los personajes nos justifican, desde el inicio de la película, la muerte. Al situarnos en las coordenadas espacio-temporales del filme, creemos en esa realidad, encontramos en ese ambiente, hábitat, entorno, al culpable de la muerte. Y sabemos el por qué de la muerte y quizás (como en el caso de Clitemnestra) hasta llegamos a comprender los motivos.
E igualmente, que en la obra de Esquilo, aparece un velo que nos crea una distancia entre el hecho, la muerte y el espectador. Así lo nombra Ana Amado:
(…)Hasta que un niño efectivamente se mata, un rasgo que la ficción recorta como irremediable en la atormentada novela familiar. El niño muere en silencio, sin lenguaje. No hay imágen, ni sonido para su muerte; apenas un hiato temporal en el fluir de las repeticiones cotidianas, una fractura que permanece fuera de la imágen.
La caída, como dijimos anteriormente, sucede en un plano general, el chico está muy diminuto en él, hay ausencia del sonido, luego un plano solo nos muestra los pies del cadáver que yace en el suelo. Si bien no acontece en el fuera de campo (para buscar un equivalente con el fuera de escena del teatro), sucede distante del espectador, Martel mantiene esos “parámetros de respeto”, esa distancia en la comunicación.
A demás de estas decisiones, en la construcción del relato, que toma Lucrecia Martel para la escena. El cine de por si, el dispositivo, guarda una relación, unos parámetros, con la muerte. Recordemos que el cine es una sucesión de imágenes, de fotografías y recordemos también, la relación que esta, la foto, tiene con la momificación, ese querer perdurar en el tiempo. Mientras por un lado hace de un momento, un hecho perdurable, por el otro, lo mata, hace que ese instante quede fijo, muerto, en el papel fotográfico.
Pero el cine, a pesar de utilizar la imagen como componente vital, posee una relación con la muerte distinta a la planteada en una foto. Gustavo Aprea lo refiere de esta manera:
El cine es una experiencia colectiva, basada en el orden de la ficción y sobre todo de la narración, articula una serie de sucesos que construyen un referente imaginario. Mientras en la fotografía no aparecen marcas del universo que queda fuera del momento en que se produce la toma, en el cine, que trabaja con imágenes en movimiento, con la sincronía y falta de sincronía entre la imágen y el sonido, se produce un juego en el que los limites entre lo que se está viendo y el universo en que se produce la toma están en movimiento permanente. Se construye una realidad fuera del cuadro que genere cualidades diferentes de las de la fotografía.
Así podríamos decir, que de igual manera como la mujer de Agamenón atenúa el crimen con una narración, ubicando el cadáver fuera de escena, distanciando al espectador de esa visión de la muerte, en el cine la realidad que crea fuera de cuadro, le imprime esa vitalidad, esa presencia que el teatro posee, ese “referente imaginario” (para utilizar palabras de Gustavo Aprea). Así lo inerte, que es la fotografía fija, recobra vida con el movimiento, con la secuencia de imágenes, con el sonido. Para verlo un poco mejor sigamos con el discurso de Aprea.
Así, mientras la fotografía potencia su cualidad de fetiche que hace mucho más creíble la existencia de lo retratado (por ejemplo, la foto de un muerto), el cine se relaciona con los procesos de fetichización de otra manera. La fotografía potencia la creencia en un objeto; y el cine disemina esa creencia. En tanto la fotografía permite creer mucho en lo que exhibe, el cine esparce las creencias alrededor de lo mostrado, pero tiene la capacidad de mantener vivo y actualizar permanentemente el recuerdo de lo evocado.
Tanto el cine como el teatro se apoyan en esas imágenes que se crean en el “imaginario del espectador”. Es allí, en ese detrás de escena, en ese fuera de campo, donde se ubica la muerte. Es en ese lugar donde se trabaja la distancia a la que nos referimos, donde la manipulación de ese elemento (el imaginario del espectador), es el que le da al realizador teatral y cinematográfico la facultad de crear lo que llamamos “parámetros de respeto”.
El tiempo;
La espera en el cine y en el teatro.
Son elementos constitutivos del teatro y el cine, además de otros: el espacio/ambiente, la trama/tema, la acción dramática, el lenguaje, personajes, objetos y el tiempo, sea el tiempo del relato o el tiempo de la historia. Y también el tiempo que el ejecutante se toma para representar la ficción o el tiempo que dura la secuencia de imágenes acompañadas del sonido.
En el teatro, el estilo que manipula y coloca a su servicio el elemento del tiempo, en gran medida, es el teatro del absurdo. Siendo Bekectt e Ionesco sus más importantes representantes.
Para el estilo del absurdo en el teatro, el tiempo parece no caminar y esta sensación se establece por la utilización que se le da a otros elementos como el lenguaje, (los diálogos sin sentido provocan aletargamiento), el espacio, (mantener a los personajes en un solo sitio es determinante para esa sensación de estaticidad temporal), la acción dramática (esta es nula, los actos no llevan a nada), los objetos (no se transforman, no son antiguos ni nuevos). Una sinopsis de Esperando a Godot, la obra de Samuel Bekectt nos dice:
Dos personajes atrapados en un reloj sin agujas. Llueve, nieva, sopla el viento, graniza, y ellos, como piedras, ni se inmutan. Están atados a su destino de esperar algo que no sucederá nunca. Llenan vacíos con palabras absurdas, movimientos repetitivos y gestos contradictorios. Intentan llenar de agua un cubo que tiene agujeros. Intentan avanzar pedaleando en sus bicicletas estáticas. Pero no avanzan jamás. Nunca ocurre nada. Están juntos, pero se sienten solos. Se sienten solos pero están juntos. ¿Será real? ¿O estaremos visitando sus sueños más nauseabundos? Una sola cosa está clara: están esperando a Godot.
Dirección: Wendy D. Legarreta
Estragón: Jonahtan James
Vladimir: Heber Villegas
Esa acción física de esperar, en la que el espectador también espera, hace de “Esperando A Godot” un necesario ejemplo para nuestro análisis.
Por su parte el cine posee varias obras que podríamos utilizar para una comparación con el teatro, en cuanto a este manejo del tiempo. Podríamos trabajar con Berlín 10/90 documental realizado por Robert Kramer, en el que el realizador y el espectador padecen el tiempo, tomando este un papel determinante en el filme. Pero para no salirnos del tipo de cine que estamos seleccionando, nos inclinaremos por la ficción, y de origen latinoamericano, tomaremos “Hamaca Paraguaya” de Paz Encina.
Hamaca Paraguaya contiene como historia la espera de una pareja de campesinos que aguarda al hijo que se encuentra en el frente de la batalla de la Guerra del Chaco. La espera transcurre durante un solo día y la película empieza y termina en la oscuridad. Empieza con la oscuridad de un amanecer y termina con la oscuridad de un atardecer. Todos los días en un día.
Como anteriormente dijimos cada obra nos ubica en unas coordenadas espacio-temporales. La obra de Bekectt está dividida en dos actos y cuenta la historia de Vladimir (quien en algunas ocasiones aparece con el nombre de Didi), y Estragon (quien a veces llaman Gogo). Ambos llegan a un lugar junto a un camino, al lado de un árbol, para esperar la llegada de Godot. Por sus ropas, estos personajes parecen ser vagabundos, es una ropa sucia y que les da un aspecto de soldados o refugiados que huyen de un conflicto, una guerra que acaba de terminar.
Estos personajes conversan y discuten; Gogo se queja por que las botas no les quedan bien y Didi no para de nombrar el estado de sus piernas agarrotadas, todo por culpa de un fuerte dolor de vejiga. También se refieren a las circunstancias que padecen (lo hacen de manera muy vaga) y la razón por la cual esperan a Godot.
Otro personaje llamado Pozzo entra a escena, este afirma ser el dueño de la tierra en la cual se encuentran Vladimir y Estragon, y llega acompañado de un criado Lucky, a quien controla. Pozzo se sienta a comer pollo y luego tira los huesos a los vagabundos. Después los entretiene haciendo que el empleado dance, les da un sermón y se marcha. Aparece finalmente un chico con un mensaje de Godot, que les informa que no llegara hoy pero si mañana por la tarde.
En el acto siguiente se repite la secuencia casi de la misma manera, salvo que Pozzo se ha hecho ciego y Lucky mudo sin saberse porqué. Nuevamente el chico llega para anunciar que Godot no vendrá, el chico dice no ser el mismo que vino con el mismo mensaje ayer. Y la obra termina con el siguiente diálogo:
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
(No se mueven. Telón)
Los dos actos comienzan por la tarde y terminan en la noche. Son actos repetitivos, llevan a una sensación de ciclo, llenos de silencios, largos silencios y esperas. Finalmente deciden irse pero se quedan esperando; el ciclo continuara infinitamente, no sabemos si lo visto se refiere a un pasado, a un presenta o a un futuro.
Se dice del teatro del absurdo que posee rasgos del existencialismo, que es una crítica a la incomunicación que existe en el hombre, lo cuestiona, a él y a la sociedad con humor.
Por su parte, podríamos decir que estos elementos también aparecen en el filme de Encina. Los personajes, esta pareja de campesinos, que igualmente como en la obre de Bekectt, esperan. Pero en este caso es a un hijo que se encuentra en la guerra. Los diálogos no parecen que vinieran de las gargantas de las figuras que vemos en la pantalla, están en otro tiempo y espacio, y es más, en un idioma detenido en el tiempo. De igual manera que en la obra teatral los personajes de Hamaca Paraguaya, no están en el pasado, ni en el presente y mucho menos en el futuro. La historia inicia en la madrugada y termina en la noche, no lo dicen, pero seguro que mañana también vendrán a esperar al hijo. El silencio que marca también el paso del tiempo.
No es coincidencia que estas obras que escogimos, por las características que poseen con el tiempo, contengan la espera, el silencio y la guerra en sus tramas.
En Hamaca Paraguaya el silencio es político, es cierto, pero yo quería que fuera también humano. Nosotros tenemos largas historias de guerra pérdidas, otras ganadas (pero también pérdidas), de dictaduras que nos han callado y que terminaron… pero no terminaron (…)
(…) Cuando empecé a escribir Hamaca Paraguaya estaba realmente centrada en la palabra tiempo, pero también me encontraba un poco asustada porque al principio me salían solamente diálogos…
Estos tres elementos dan como resultado una detención, del creador del filme o el de la obra teatral, una mirada a la guerra, a lo que esta genera. Y en ambas obras el tiempo en el que transcurre un gesto es respetado, tanto Bekectt como Encina, dejan espacios naturales para el desenvolvimiento del actor, los suspiros duran lo que deben durar, las esperas invitan al espectador a esperar, a ver el paso del tiempo. El silencio acentúa la mirada a ese tiempo que pasa y es la respuesta que queda al notar que el esperado no viene. Lo real está trabajado de manera onírica, fuera de su espacio-tiempo. En ambas obras el que está por venir solucionará los problemas, o por lo menos solucionara el problema de la espera.
Estas obras colocan en la comunicación que se da entre la escena y el espectador una tranquilidad, un lenguaje que invita a ver una situación, que invita a reflexionar, entre muchas cosas, sobre el transcurso del tiempo y sobre la elaboración del cine y el teatro respectivamente. En el caso de Esperando A Godot de la manera de representar, de criticar y de decir, en el teatro. En el caso de Hamaca Paraguaya en lo que se muestra, en la duración de lo mostrado, en el sonido y en el silencio en el cine.
La Narración;
La Caída de un rey en el cine y en el teatro.
Antecedentes
Empezaremos hablando sobre el teatro, que en sus orígenes era meramente un ritual, una comunión en la que no había diferencia entre el ejecutante y el espectador, ambos participaban de manera directa en el rito, se comunicaban abiertamente.
Pero algo sucede; un coro se apropia de la escena ritualística, se crea un grupo de ejecutantes que se empiezan a diferenciar del grupo de espectadores. En la comunicación aparecen nuevos patrones, esta diferencia también propone dos nuevos espacios, el del público y la escena.
Para el tiempo de los primeros creadores teatrales griegos se empiezan a diferenciar estos dos espacios, y el ejecutante hace conciencia de los elementos escénicos que hay en la comunicación actor-espectador. Esquilo le brinda al coro un oponente, el actor; Sófocles invita a otro actor a separarse del coro y para ese momento el protagonista y antagonista hacen parte de la situación escénica; Finalmente Euripides invita a un tercero y así poco a poco el coro desaparece en su estructura inicial.
Los griegos conscientemente buscaban recuperar las primarias posibilidades comunicacionáles entre el ejecutante y el observador, y al mismo tiempo mantener el espacio del ejecutante y la ficción: la escena .
Por su parte el cine presenta como orígenes el deseo de perdurar en el tiempo, partiendo de la momificación, pasando por la pintura; un dibujo plasmado en las paredes de una cueva, buscando perdurar en el tiempo. Una obra en un lienzo. Una caja negra que brinda la libertad de calcar en una especie de pantalla, los objetos que se reflejan, utilizando un grupo de lentes y espejos que dicha caja posee. Paralelamente, la proyección de pequeños dibujos de colores en una tela blanca mientras, el manipulador de los dibujos narraba una historia. Luego una fotografía. Y finalmente varias fotografías tomadas en secuencia que al verlas una detrás de la otra fingen el movimiento, así lo plantea Andre Bazin.
Con toda probabilidad, un psicoanalista de las artes plásticas tendría que considerar el embalsamamiento como un hecho fundamental en su génesis. Encontraría en el origen de la pintura y la escultura el “complejo” de la momia.
Los Hermanos Lumier buscaban estudiar el movimiento, y es allí en ese espacio de imágenes en movimiento, en donde aparece la escena de la manera en que queremos abordarla, como espacio donde acontece. Pero fue George Méliès quien inició la creación de un lenguaje, que buscaba esa comunicación entre la escena (que el cine ya proponía), y el espectador.
La secuencia de imágenes que imitan el movimiento nos acercan a la vitalidad escénica que tiene el teatro, hace que se tenga la sensación de que lo observado este sucediendo. Sobre esto comentan Jost, Francois y Gaudreault, Andre.
Si la fotografía parece presentarnos algo que ya ha ocurrido, un haber estado ahí (Barthers, 1964), el cine se aproxima más a la sensación de un “estar ahí en vivo” (…) Así pues, contrariamente al verbo. Que nos sitúa inmediatamente en el plano temporal, la imagen cinematografiaba solo conoce un único tiempo, y deberíamos admitir, tal como hizo principalmente Laffy (y tantos otros después de él), que “en el cine todo está siempre presente”
Más adelante retornaremos a este tema. Por ahora digamos que ambos, teatro y cine, mantienen sus rituales a la vez que conservan el espacio donde sucede, la escena. Pero a diferencia del cine, el teatro es efímero, una función es diferente a la otra, aunque sea de la misma obra. El cine cada vez que es proyectado, es el mismo filme, perdura en el tiempo.
Nosotros sólo tomaremos para nuestro análisis de estas dos formas artísticas, la relación comunicacional, entre la escena y el espectador.
La distancia;
La muerte en el cine y en el teatro.
Para el teatro desde sus comienzos, el tratamiento de lo trágico esta muy ligado a la distancia física que hay entre el espectador y el hecho. La comunicación que se establece entre la escena y el público mantiene unos “parámetros de respeto”, por denominarlo de alguna manera.
Esto coloca el énfasis del discurso dramático en el personaje que realiza el hecho, es decir en el asesino; Un ejemplo claro aparece en las tragedias griegas, especialmente en la Orestiada de Esquilo.
Recordemos que esta trilogía está dividida en Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides. Tomemos para nuestro análisis la primera tragedia, Agamenón. En ella las muertes “trágicas” de los personajes, suceden fuera del escenario y el peso dramático queda en el personaje que comete los asesinatos y le describe al público como acontecieron.
Este ejemplo está en voz de Clitemnestra luego de matar a Agamenón:
(…)Aunque tarde, al fin, llegó. Heme aquí en pie; le herí; está hecho. No he obrado antes de que le fuese imposible defenderse contra la muerte y esquivarla. Le envolví enteramente en una red sin escape, de coger pescado, en velo riquísimo, pero mortal. ¡Por dos veces le he herido, y ha gritado por dos veces, y las fuerzas se le han quebrantado, y, caído ya, le he herido con un tercer golpe, y el Hades, guardador de muertos, se ha regocijado! Así es cómo, al caer, ha entregado el alma. Jadeante, me ha regado con el surtidor de su herida, negro y sangriento rocío, no menos dulce para mí que lluvia de Zeus para las mieses cuando la espiga rompe su envoltura. He aquí los hechos (…)
Este tratamiento de la muerte, aparece en el cine, tomemos como ejemplo, para el análisis, el film de Lucrecia Martel “La Cienaga”. En esta película un niño muere al caer de una escalera, sucede en un plano general, no hay sonido, se respeta una distancia entre el espectador que ve la escena y el hecho.
Pero para que en estas dos escenas, las muertes (la de Agamenón, en la Orestiada y el niño que cae de la escalera, en el film de Lucrecia Martel “La Cienaga”), sean creíbles, deben poseer en esa comunicación -del espacio en donde sucede, con el espacio en el que se encuentra el espectador-, elementos que apoyen la verosimilitud, un contexto.
Cada obra (la película y la obra de teatro) obedece a las realidades de su momento. En la obra de Esquilo se relata el regreso de Agamenón, rey de Argos, de la Guerra de Troya para encontrar la muerte.
En su hogar se encuentra su esposa, Clitemnestra, que ha planeado su muerte como venganza por el sacrificio de su hija, Ifigenia. Además, la ausencia de su esposo ha durado diez años, por lo tanto Clitemnestra buscó en Egisto, primo de Agamenón, una relación adúltera.
Es necesario agregar que Egisto es descendiente de una rama desheredada de la familia, y está decidido a recuperar el trono que cree que en justicia le pertenece.
Por otro lado, cuando vemos una obra, inevitablemente nos situamos en unas coordenadas espacio-temporales, y si ésta -la obra- pertenece a tiempos y culturas distantes de los nuestros, como en el caso de la obra de Esquilo, debemos realizar un esfuerzo por situarnos en dichos contextos, predisponernos a una aproximación.
Así todos los elementos causales de la muerte del rey, justifican una realidad. Nuestras ansias como espectadores por buscar un culpable son saciadas, al igual que las ansias por saber, por qué se le asesina a Agamenón. Quizás hasta llegamos a comprender los motivos de Clitemnestra.
El espectador en todo el transcurso de la obra sabe que el rey morirá, esperamos el momento en que suceda, creemos en las causas que dirigen los sucesos a la muerte y finalmente la muerte sucede fuera de escena, nos narran el hecho, nos colocan un velo y construimos, a través del relato hablado, en voz de Clitemnestra, como fue que se dio.
En el caso del filme de Lucrecia Martel, también presentimos la muerte. En la primera escena una mujer lleva unas copas y vasos de vidrio en las manos, esa cristalería tintinea mientras que la mujer avanza tambaleándose al borde de una piscina con agua estancada, algo va suceder.
Los invitados miran lo que ocurre, pero parece que no sintieran el peligro, no lo detectan. Y finalmente, la mujer cae al suelo, cubriendo con su cuerpo los vidrios rotos, nadie reacciona, solo un hombre se acerca a la mujer en el suelo y le dice: -“Nachita levántate que va a llover”. Los jóvenes, que están en las habitaciones de la casa salen a socorrer a la mujer, los jóvenes no los adultos.
Paralelamente, otros chicos están en el cerro, juegan con una escopeta, encuentran una vaca atascada en el lodo, le apuntan, juegan a dispararle, están al filo de un accidente.
Ya se crea una atmósfera al inicio del filme que nos incomoda, sentimos la muerte, alguien va a morir. Así como en la obra de Esquilo, los motivos de Clitemnestra nos previenen de la muerte de Agamenón.
En La Cienaga las características del entorno en el que se mueven los personajes nos justifican, desde el inicio de la película, la muerte. Al situarnos en las coordenadas espacio-temporales del filme, creemos en esa realidad, encontramos en ese ambiente, hábitat, entorno, al culpable de la muerte. Y sabemos el por qué de la muerte y quizás (como en el caso de Clitemnestra) hasta llegamos a comprender los motivos.
E igualmente, que en la obra de Esquilo, aparece un velo que nos crea una distancia entre el hecho, la muerte y el espectador. Así lo nombra Ana Amado:
(…)Hasta que un niño efectivamente se mata, un rasgo que la ficción recorta como irremediable en la atormentada novela familiar. El niño muere en silencio, sin lenguaje. No hay imágen, ni sonido para su muerte; apenas un hiato temporal en el fluir de las repeticiones cotidianas, una fractura que permanece fuera de la imágen.
La caída, como dijimos anteriormente, sucede en un plano general, el chico está muy diminuto en él, hay ausencia del sonido, luego un plano solo nos muestra los pies del cadáver que yace en el suelo. Si bien no acontece en el fuera de campo (para buscar un equivalente con el fuera de escena del teatro), sucede distante del espectador, Martel mantiene esos “parámetros de respeto”, esa distancia en la comunicación.
A demás de estas decisiones, en la construcción del relato, que toma Lucrecia Martel para la escena. El cine de por si, el dispositivo, guarda una relación, unos parámetros, con la muerte. Recordemos que el cine es una sucesión de imágenes, de fotografías y recordemos también, la relación que esta, la foto, tiene con la momificación, ese querer perdurar en el tiempo. Mientras por un lado hace de un momento, un hecho perdurable, por el otro, lo mata, hace que ese instante quede fijo, muerto, en el papel fotográfico.
Pero el cine, a pesar de utilizar la imagen como componente vital, posee una relación con la muerte distinta a la planteada en una foto. Gustavo Aprea lo refiere de esta manera:
El cine es una experiencia colectiva, basada en el orden de la ficción y sobre todo de la narración, articula una serie de sucesos que construyen un referente imaginario. Mientras en la fotografía no aparecen marcas del universo que queda fuera del momento en que se produce la toma, en el cine, que trabaja con imágenes en movimiento, con la sincronía y falta de sincronía entre la imágen y el sonido, se produce un juego en el que los limites entre lo que se está viendo y el universo en que se produce la toma están en movimiento permanente. Se construye una realidad fuera del cuadro que genere cualidades diferentes de las de la fotografía.
Así podríamos decir, que de igual manera como la mujer de Agamenón atenúa el crimen con una narración, ubicando el cadáver fuera de escena, distanciando al espectador de esa visión de la muerte, en el cine la realidad que crea fuera de cuadro, le imprime esa vitalidad, esa presencia que el teatro posee, ese “referente imaginario” (para utilizar palabras de Gustavo Aprea). Así lo inerte, que es la fotografía fija, recobra vida con el movimiento, con la secuencia de imágenes, con el sonido. Para verlo un poco mejor sigamos con el discurso de Aprea.
Así, mientras la fotografía potencia su cualidad de fetiche que hace mucho más creíble la existencia de lo retratado (por ejemplo, la foto de un muerto), el cine se relaciona con los procesos de fetichización de otra manera. La fotografía potencia la creencia en un objeto; y el cine disemina esa creencia. En tanto la fotografía permite creer mucho en lo que exhibe, el cine esparce las creencias alrededor de lo mostrado, pero tiene la capacidad de mantener vivo y actualizar permanentemente el recuerdo de lo evocado.
Tanto el cine como el teatro se apoyan en esas imágenes que se crean en el “imaginario del espectador”. Es allí, en ese detrás de escena, en ese fuera de campo, donde se ubica la muerte. Es en ese lugar donde se trabaja la distancia a la que nos referimos, donde la manipulación de ese elemento (el imaginario del espectador), es el que le da al realizador teatral y cinematográfico la facultad de crear lo que llamamos “parámetros de respeto”.
El tiempo;
La espera en el cine y en el teatro.
Son elementos constitutivos del teatro y el cine, además de otros: el espacio/ambiente, la trama/tema, la acción dramática, el lenguaje, personajes, objetos y el tiempo, sea el tiempo del relato o el tiempo de la historia. Y también el tiempo que el ejecutante se toma para representar la ficción o el tiempo que dura la secuencia de imágenes acompañadas del sonido.
En el teatro, el estilo que manipula y coloca a su servicio el elemento del tiempo, en gran medida, es el teatro del absurdo. Siendo Bekectt e Ionesco sus más importantes representantes.
Para el estilo del absurdo en el teatro, el tiempo parece no caminar y esta sensación se establece por la utilización que se le da a otros elementos como el lenguaje, (los diálogos sin sentido provocan aletargamiento), el espacio, (mantener a los personajes en un solo sitio es determinante para esa sensación de estaticidad temporal), la acción dramática (esta es nula, los actos no llevan a nada), los objetos (no se transforman, no son antiguos ni nuevos). Una sinopsis de Esperando a Godot, la obra de Samuel Bekectt nos dice:
Dos personajes atrapados en un reloj sin agujas. Llueve, nieva, sopla el viento, graniza, y ellos, como piedras, ni se inmutan. Están atados a su destino de esperar algo que no sucederá nunca. Llenan vacíos con palabras absurdas, movimientos repetitivos y gestos contradictorios. Intentan llenar de agua un cubo que tiene agujeros. Intentan avanzar pedaleando en sus bicicletas estáticas. Pero no avanzan jamás. Nunca ocurre nada. Están juntos, pero se sienten solos. Se sienten solos pero están juntos. ¿Será real? ¿O estaremos visitando sus sueños más nauseabundos? Una sola cosa está clara: están esperando a Godot.
Dirección: Wendy D. Legarreta
Estragón: Jonahtan James
Vladimir: Heber Villegas
Esa acción física de esperar, en la que el espectador también espera, hace de “Esperando A Godot” un necesario ejemplo para nuestro análisis.
Por su parte el cine posee varias obras que podríamos utilizar para una comparación con el teatro, en cuanto a este manejo del tiempo. Podríamos trabajar con Berlín 10/90 documental realizado por Robert Kramer, en el que el realizador y el espectador padecen el tiempo, tomando este un papel determinante en el filme. Pero para no salirnos del tipo de cine que estamos seleccionando, nos inclinaremos por la ficción, y de origen latinoamericano, tomaremos “Hamaca Paraguaya” de Paz Encina.
Hamaca Paraguaya contiene como historia la espera de una pareja de campesinos que aguarda al hijo que se encuentra en el frente de la batalla de la Guerra del Chaco. La espera transcurre durante un solo día y la película empieza y termina en la oscuridad. Empieza con la oscuridad de un amanecer y termina con la oscuridad de un atardecer. Todos los días en un día.
Como anteriormente dijimos cada obra nos ubica en unas coordenadas espacio-temporales. La obra de Bekectt está dividida en dos actos y cuenta la historia de Vladimir (quien en algunas ocasiones aparece con el nombre de Didi), y Estragon (quien a veces llaman Gogo). Ambos llegan a un lugar junto a un camino, al lado de un árbol, para esperar la llegada de Godot. Por sus ropas, estos personajes parecen ser vagabundos, es una ropa sucia y que les da un aspecto de soldados o refugiados que huyen de un conflicto, una guerra que acaba de terminar.
Estos personajes conversan y discuten; Gogo se queja por que las botas no les quedan bien y Didi no para de nombrar el estado de sus piernas agarrotadas, todo por culpa de un fuerte dolor de vejiga. También se refieren a las circunstancias que padecen (lo hacen de manera muy vaga) y la razón por la cual esperan a Godot.
Otro personaje llamado Pozzo entra a escena, este afirma ser el dueño de la tierra en la cual se encuentran Vladimir y Estragon, y llega acompañado de un criado Lucky, a quien controla. Pozzo se sienta a comer pollo y luego tira los huesos a los vagabundos. Después los entretiene haciendo que el empleado dance, les da un sermón y se marcha. Aparece finalmente un chico con un mensaje de Godot, que les informa que no llegara hoy pero si mañana por la tarde.
En el acto siguiente se repite la secuencia casi de la misma manera, salvo que Pozzo se ha hecho ciego y Lucky mudo sin saberse porqué. Nuevamente el chico llega para anunciar que Godot no vendrá, el chico dice no ser el mismo que vino con el mismo mensaje ayer. Y la obra termina con el siguiente diálogo:
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragon: Sí, vámonos.
(No se mueven. Telón)
Los dos actos comienzan por la tarde y terminan en la noche. Son actos repetitivos, llevan a una sensación de ciclo, llenos de silencios, largos silencios y esperas. Finalmente deciden irse pero se quedan esperando; el ciclo continuara infinitamente, no sabemos si lo visto se refiere a un pasado, a un presenta o a un futuro.
Se dice del teatro del absurdo que posee rasgos del existencialismo, que es una crítica a la incomunicación que existe en el hombre, lo cuestiona, a él y a la sociedad con humor.
Por su parte, podríamos decir que estos elementos también aparecen en el filme de Encina. Los personajes, esta pareja de campesinos, que igualmente como en la obre de Bekectt, esperan. Pero en este caso es a un hijo que se encuentra en la guerra. Los diálogos no parecen que vinieran de las gargantas de las figuras que vemos en la pantalla, están en otro tiempo y espacio, y es más, en un idioma detenido en el tiempo. De igual manera que en la obra teatral los personajes de Hamaca Paraguaya, no están en el pasado, ni en el presente y mucho menos en el futuro. La historia inicia en la madrugada y termina en la noche, no lo dicen, pero seguro que mañana también vendrán a esperar al hijo. El silencio que marca también el paso del tiempo.
No es coincidencia que estas obras que escogimos, por las características que poseen con el tiempo, contengan la espera, el silencio y la guerra en sus tramas.
En Hamaca Paraguaya el silencio es político, es cierto, pero yo quería que fuera también humano. Nosotros tenemos largas historias de guerra pérdidas, otras ganadas (pero también pérdidas), de dictaduras que nos han callado y que terminaron… pero no terminaron (…)
(…) Cuando empecé a escribir Hamaca Paraguaya estaba realmente centrada en la palabra tiempo, pero también me encontraba un poco asustada porque al principio me salían solamente diálogos…
Estos tres elementos dan como resultado una detención, del creador del filme o el de la obra teatral, una mirada a la guerra, a lo que esta genera. Y en ambas obras el tiempo en el que transcurre un gesto es respetado, tanto Bekectt como Encina, dejan espacios naturales para el desenvolvimiento del actor, los suspiros duran lo que deben durar, las esperas invitan al espectador a esperar, a ver el paso del tiempo. El silencio acentúa la mirada a ese tiempo que pasa y es la respuesta que queda al notar que el esperado no viene. Lo real está trabajado de manera onírica, fuera de su espacio-tiempo. En ambas obras el que está por venir solucionará los problemas, o por lo menos solucionara el problema de la espera.
Estas obras colocan en la comunicación que se da entre la escena y el espectador una tranquilidad, un lenguaje que invita a ver una situación, que invita a reflexionar, entre muchas cosas, sobre el transcurso del tiempo y sobre la elaboración del cine y el teatro respectivamente. En el caso de Esperando A Godot de la manera de representar, de criticar y de decir, en el teatro. En el caso de Hamaca Paraguaya en lo que se muestra, en la duración de lo mostrado, en el sonido y en el silencio en el cine.
La Narración;
La Caída de un rey en el cine y en el teatro.
En las películas y las obras teatrales analizadas hasta ahora, nos hemos encontrado que en esa comunicación que existe entre la escena y el espectador aparecen los elementos, contenido y forma, que sirven como guía para el público en el transcurrir del filme o de la obra de teatro. Para Comolli, en el cine, esas llaves son entregadas al espectador al inicio de la película.
Todos lo filmes clásicos de ficción explican al espectador desde el principio cual es la clave dramática. Todo filme comienza con su modo de empleo. En los primeros cinco minutos se le proporcionan al espectador las claves de cómo debe emplear el filme, el manual de instrucciones. Es como cuando se juega a las cartas. Los jugadores se ponen de acuerdo sobre las reglas al comenzar la partida.
Para este análisis, tomaremos un cortometraje, que posee una estructura clásica, por decirlo de una manera, Rey Muerto de Lucrecia Martel y la obra William Shakespeare, Macbeth.
Suena una música de cumbia instrumental, pantalla negra, en unas letras blancas se lee: Una Producción Del Instituto Nacional De Cinematografía Y De Artes Audiovisuales. En un bar El Cabezas es acompañado por dos más, ellos miran la televisión, mientras que en el fondo parejas bailan la cumbia que suena. La letra de la canción dice “Y no te olvides, que en esta vida todo se paga y tú lo pagaras”. Pantalla negra y créditos de actores. Se escucha un choque de auto. Plano general, contra picado, una camioneta acaba de frenar, de ella bajan varios hombres, unos descamisados con pantalonetas, uno solo con una camisilla roja y gorra azul. Se acerca borracho y mira un cadáver que está en el suelo al lado de una bicicleta.
El Cabezas
¿Por qué no sabes manejar?
Empieza El Cabezas a patear el cadáver de joven que está en el suelo. Pantalla negra créditos de actores. Nuevamente el Cabezas en el bar y sus dos acompañantes miran la televisión, en ella una noticia sobre el atentado a Amia, una mujer presenta la noticia y de pronto se detiene.
El Cabezas
Eso de tocarle el culo a la señorita, eso no se hace.
Un letrero, parecido a los de señales de transito, muestra el nombre del pueblo “Rey Muerto” al fondo un puente. El graznido de un ave y sonido de disparos, fundido a negro, créditos del director. Golpes de tambor y luego un silbato.
Una mujer, acompañada de tres niños, cruza el pueblo por un camino empedrado y seco, varias personas la ven pasar desde las ventanas y puertas de sus casas, murmuran entre ellos, pero nadie se acerca a ayudarla. Un hombre está en una barbería.
Barbero
Viste negro. Se va la Juana.
Negro
Nadie se le escapa así no más al Cabezas.
Sonido de disparos, pájaros huyen volando por el río, el Cabezas vestido de camisa roja, tiene un rifle y les dispara a las aves. La Juana continúa avanzando con sus tres hijos. Unos hombres miran la escena.
Hombre 1
Que cosa con la Juana. Ojalá no le avisen al Cabezas.
Otros están descargando un camión con cajas de gaseosas, llevan las cajas a una tienda. Uno le señala al otro la Juana que pasa con sus hijos.
Hombre 2
A penas terminemos acá le dices al Cabezas.
Un chico con una herida de golpe en la cara, desde el bacón de su casa, ve a la Juana pasar con sus hijos, mientras que una joven le seca la cabeza con una toalla. La Juana por vez primera gira la cabeza para ver a alguien del pueblo, a este joven. Luego un Flash Back nos muestra una escena en la que la Juana y ese joven están preparando pollo, en el fondo un televisor transmite una telenovela, se abre la puerta de la habitación y entra El Cabezas, borracho, mira la escena, golpea al joven, golpea a La Juana. Termina el Flash Back.
En el cortometraje se plantea como dijimos un relato clásico, se sabe que habrá un enfrentamiento entre El Cabezas y La Juana. Hay personajes que activamente apoyan al Cabezas y otros pasivamente a la Juana. Las escenas de El Cabezas pateando el cadáver del chico y disparándoles a las aves dan cuenta de su carácter. La escena de la Juana con el joven preparando el pollo también nos brinda herramientas para construir su carácter. Ese carácter en las mujeres de los filmes de Martel, también aparece en la Cienaga. Sobre esto habla Amado.
Vale aquí un paréntesis para rescatar la insistencia de las mujeres cineastas en mostrar actitudes corporales como signos del estado de la psique femenina. En sus películas –quizá no sólo en las de ellas, pero son mayoría en esta tendencia–, las mujeres son expuestas como reveladoras de una subjetividad en crisis, en búsqueda de su propia individualidad, su propia temporalidad, junto con maneras específicas de reacciona frente a una época, con actitudes que casi siempre se manifiestan en privado, en el intercambio intimo de encuentros.
Se trata de una sociedad machista, esta en la que se encuentran los personajes, sumida en la violencia social del pueblo, y por lo que recibimos del televisor que está en el bar, también hay una violencia nacional. El montaje es ágil, la historia avanza dándole importancia a las acciones, la música es una percusión y una cumbia que deja claro que “…en esta vida todo se paga y tú lo pagaras”. Así notamos el modo de empleo en Rey Muerto.
Por otro lado la tragedia de Shakespeare inicia entre truenos y relámpagos. Entran tres BRUJAS que planean un encuentro con el aún no Rey Macbeth Salen. Luego en el fragor de combate. Entran el REY [DUNCAN], MALCOLM, DONALBAIN, LENNOX y acompañamiento, y se encuentran con un CAPITÁN cubierto de sangre. El CAPITAN narra lo siguiente.
CAPITÁN
Muy dudosa: como dos nadadores extenuados que se agarran e impiden su destreza. El cruel Macdonald (que bien merece el nombre de rebelde y para ello acapara sobre sí todo un enjambre de infamias) recibió de las Islas del Oeste soldadesca irlandesa, y la Fortuna, sonriendo a su ruin causa, parecía la puta de un rebelde. Mas todo en vano: el bravo Macbeth (pues es digno de tal nombre), despreciando a la Fortuna y blandiendo un acero que humeaba de muertes sangrientas, cual favorito del Valor se abrió camino hasta afrontar al infame y, sin mediar adiós ni despedida, lo descosió del ombligo a las mandíbulas y plantó su cabeza en las almenas.
REY
¡Ah, bravo pariente, noble caballero!
CAPITÁN
Más, así como donde el sol comienza a relucir estallan truenos y tormentas de naufragio, así, de la fuente que podía dar consuelo brota el desconsuelo. Escuchad, rey de Escocia: apenas la justicia, armada de bravura, forzó a los raudos irlandeses a la huida, el rey noruego avistó su ventaja y, con arenas remozadas y refuerzos, renovó la contienda.
REY
Asustaría a nuestros jefes, Macbeth y Banquo.
CAPITÁN
Sí, como el gorrión al águila o la liebre al león. Si digo la verdad, ambos eran como cañones cebados con doble carga, pues redoblaron doblemente el contraataque. Si no querían bañarse en sangre caliente o hacer memorable un nuevo Gólgota, yo no sé... Estoy débil; mis heridas piden cura.
REY
Igual que tus palabras, ellas te enaltecen: ambas alientan honor. � ¡Traedle un médico!
Cabe anotar que este capitán, construye en el fuera de escena, como Clitemnestra de Esquilo, el suceso de la muerte. Luego más adelante en la misma escena MACBETH se entera del futuro que le deparan las brujas:
MACBETH
Hablad si sabéis. ¿Quiénes sois?
BRUJA I.a
¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Glamis!
BRUJA 2.a
¡Salud a ti, Macbeth, Barón de Cawdor!
BRUJA 3.a
¡Salud a ti, Macbeth, que serás rey!
BANQUO
¿Por qué te sobresaltas, como si temieras lo que suena tan grato? � En nombre de la verdad, ¿sois una fantasía o sois realmente lo que parecéis? A mi noble compañero saludáis por su título y auguráis un nuevo honor y esperanzas de realeza, lo que le tiene absorto. A mí no me habláis. Si podéis penetrar las semillas del tiempo y decir cuál crecerá y cuál no, habladme ahora a mí, que ni os suplico favores ni temo vuestro odio.
BRUJA I.a
¡Salud!
BRUJA 2.a
¡Salud!
BRUJA 3.a
¡Salud!
BRUJA I.a
Menos que Macbeth, pero más grande.
BRUJA 2.a
Menos feliz, y mucho más feliz.
BRUJA 3.a
Engendrarás reyes, mas no lo serás; así que, ¡salud, Macbeth y Banquo!
BRUJA I.a
¡Banquo y Macbeth, salud !
MACBETH acaba de triunfar en una batalla en contra del Barón de Glamis, que quería usurpar el puesto del Rey, y este le da a MACBETH este puesto, como lo predicen las brujas y esto lo hace pensar de la siguiente manera.
MACBETH [aparte]
Ya se han dicho dos verdades, felices preludios a la escena gloriosa del fin soberano. � Gracias, señores. � [Aparte] Esta incitación sobrenatural no puede ser mala, no puede ser buena.
Si es mala, ¿por qué me ha dado promesa de éxito empezando con una verdad? Soy Barón de Cawdor. Si es buena, ¿por qué cedo a esa tentación cuya hórrida imagen me eriza el cabello y me bate el firme corazón contra los huesos violando las leyes naturales? Es menor un peligro real que un horror imaginario.
La idea del crimen, que no es sino quimera, a tal punto sacude mi entera humanidad que la acción se ahoga en conjeturas y sólo es lo que no es .
Así MACBETH se ubica en la misma posición de Barón de Cawdor, y lo mueven los mismos deseos de usurpar el trono del Rey, deseos que tenia el antiguo Barón de Cawdor. La historia se repite, la tentación por más el deseo insaciable del hombre por el poder, lo llevan al asesinato. En esta primera parte de la obra sabemos que los que realizan un crimen contra la corona se encontraran de cara con la muerte. Entonces tenemos las llaves, tenemos el modo de empleo.
Conclusiones
No nos sorprende, que conceptos como el Modo de Empleo, que Comolli plantea para el cine, aparezca en el teatro. Al igual que la forma de abordar el teatro la distancia, en temas como la muerte, aparezca en el cine. También la manera de utilizar el tiempo dentro del relato tenga esa similitud que encontramos en Godot y Hamaca. Y es por que en ambos existe ese lugar en el cual se construye la ficción y que posee una relación directa con el espectador. Es el lugar del ritual, es el lugar en el que se vitaliza lo fotográfico, en el que se conectan el cine y el teatro es el lugar donde gana movimiento lo inerte.
Bibliografía
ANÓNIMO: Locuras imprevistas. http://locurasimprevistas.blogspot.com 1 de Noviembre del 2007.
BAZIN, Andre: ¿Qué es el cine? Ed. Plaza.
BEKECTT, Samuel: Esperando A Godot. Ed Fábula.
ESQUILO, Orestiada, Agamenón. Ed. Juventud.
JOST, Francois, GAUDREAULT, Andre. El relato Cinematográfico. Ed. Paidos Ibérica.
RUSSO, Eduardo A.: Hacer Cine Producción Audiovisual En América Latina. Ed. Paidos.
SHAKESPEARE, William. MACBETH Ed. Alianza.
VILCHES, Lorenzo: Taller De Escritura Para Cine. Ed. Gedisa.
YOEL, Gerardo: Pensar el cine 1 Ed. Manantial.
YOEL, Gerardo: Pensar el cine 2 Ed. Manantial.